En los últimos días, el Partido Acción Nacional (PAN) ha intensificado sus críticas hacia el gobierno de Morena, acusándolo de inacción frente al crimen organizado y responsabilizándolo por la imposición de aranceles por parte de Estados Unidos. Sin embargo, resulta irónico que este partido, que ahora se presenta como “defensor de México”, tenga en su historia reciente el mayor escándalo de corrupción en seguridad pública.
Con qué cara el PAN cuestiona cuando ellos son los que cargan con la mayor vergüenza de la historia reciente de México: tener a un exsecretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, condenado en una cárcel de Nueva York por probados nexos con el narcotráfico. Y no solo eso, sino que nunca han salido a ofrecer una disculpa al pueblo mexicano por haber convertido la seguridad del país en un negocio al servicio del crimen organizado durante el narco gobierno de Felipe Calderón.
Hoy, los senadores panistas se rasgan las vestiduras por la imposición de aranceles por parte de Estados Unidos y culpan al gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum de la crisis. Pero, ¿qué moral tienen para hablar de relaciones con el extranjero cuando si fuera por ellos, ya habrían entregado nuestra nación al mejor postor? La historia del PAN es la historia de un partido servil a los intereses extranjeros, un grupo que nunca ha conocido la dignidad nacional y que ha sido, sin duda, el más grande vendepatrias en la política mexicana.
Hablan de combatir la corrupción, cuando su historial está plagado de desfalcos, saqueos y complicidad con el crimen organizado. Hablan de exigirle cuentas al gobierno de Morena, cuando ellos jamás rindieron cuentas por el desastre en que sumieron al país con su “guerra contra el narco”, que no fue más que un pacto de impunidad con los grandes capos. Ahora, con total desfachatez, acuden a instancias internacionales como la OEA y la CIDH para denunciar lo que ellos mismos incubaron, buscando validación de los mismos intereses extranjeros que han saqueado a México por décadas.
El PAN no solo es responsable de haber entregado la seguridad nacional a un narcotraficante, sino de haber profundizado la desigualdad, la corrupción y la impunidad. Que no vengan ahora con su falsa indignación, cuando su pasado y presente los delata como traidores a la patria. Si de verdad les interesara México, empezarían por reconocer sus crímenes y pedir perdón al pueblo. Pero pedir dignidad a quienes jamás la han tenido es una causa perdida.
