Migrantes que intentan llegar a EU atraviesan México a bordo del tren “La Bestia”
Pese a la violencia del crimen organizado y los peligros asociados a subirse a los vagones, hace mucho que las personas migrantes utilizan los trenes de mercancías para viajar al norte. Muchos llaman a este tren “La Bestia”.
Unos cinco mil migrantes tratando de llegar a Estados Unidos, la mayoría venezolanos, se alistaron en cuanto escucharon el tren a lo lejos.
Familias con niños pequeños durmiendo en cajas de cartón, hombres y mujeres jóvenes apretujados en casas de campaña bajo un puente cercano recogieron sus cosas a toda prisa. Cuando el tren llegó a las afueras de Irapuato, una ciudad del centro de México, algunos se encaramaron a los vagones de metal con facilidad, mientras que otros lanzaron sus bolsas y alzaban en brazos a sus hijos pequeños envueltos en abrigos de invierno.
“Que suba, que suba”, decían algunos migrantes que iban arriba del tren a los que seguían todavía abajo. Otros gritaban “Dios te bendiga, México”.
Después de tres días esperando un tren que muchos en el grupo temían que no llegaría nunca, ese era su pasaje al norte, a la frontera de México con Estados Unidos.
Otros miles de migrantes se quedaron varados en otras zonas del país la semana pasada después de que la mayor compañía ferroviaria de México detuvo 30 convoyes de mercancías. La firma, Ferromex, dijo que había tantos migrantes trepando a los trenes que resultaba inseguro moverlos.
La empresa dijo que se “han registrado cerca de media docena de casos de lesionados o fallecidos entre los grupos de personas que abordaron trenes de carga en su camino hacia la frontera norte a pesar del grave peligro que ello implica”.
Cuando el tren llegó el sábado, en muchos de los vagones se leía “Ferromex”. Había policías locales apostados en torno al campamento improvisado donde esperaban los migrantes, pero cuando el tren hizo su parada de unos 30 minutos no trataron de impedir que los migrantes se encaramaran.
Pese a la violencia de cárteles de la droga y a los peligros asociados a subirse a los vagones, hace mucho que los migrantes utilizan esos trenes de mercancías para viajar al norte. Muchos llaman a este tren “La Bestia”.
La interrupción del servicio cortó temporalmente una de las rutas migratorias más transitadas del país coincidiendo con un pico de migraciones, y dejó en el limbo a familias como la de Mayela Villegas.
Villegas, su pareja y sus seis hijos durmieron durante tres días en el suelo de concreto rodeados por muchos migrantes. Antes de abordar al tren, la familia venezolana dijo que apenas había empacado comida para unos pocos días de viajes en tren y que estaba teniendo problemas para alimentar a los niños.
“Entre más días estamos acá, nos comemos lo poco que tenemos, aunque acá, pues gracias a Dios y a las personas de acá que nos han, nos han ayudado, nos han dado un pan. … pues estamos durmiendo acá porque no tenemos para pagar una habitación o un hotel. No tenemos los recursos económicos”, comentó.
El corte de los servicios de tren también refleja las cifras históricas de personas que se dirigen al norte en busca de una nueva vida en Estados Unidos, y el dilema que plantean para los países del continente que tratan de lidiar con una enorme cantidad de migrantes que atraviesan sus territorios.
Cuando miles de migrantes cruzaron a Eagle Pass, Texas, en unos pocos días, la localidad fronteriza declaró el estado de emergencia.
La Patrulla Fronteriza de Estados Unidos hizo en agosto 181 mil 509 detenciones en la frontera con México, un 37 por ciento más que en julio, pero casi lo mismo que en agosto de 2022, pero muy por debajo de las de 220 mil personas de diciembre, según cifras publicadas el viernes.
Las llegadas han acabado con un descenso en las cifras desde que se introdujeron nuevas restricciones de asilo en mayo. Se producen tras años de incrementos continuados en la migración debido a la crisis económica y la inestabilidad política y social en muchos de los países de los que huyen los migrantes.
En el pasado, apenas docenas de migrantes de países centroamericanos pasaban cada día en tren por Irapuato, indicó Marta Ponce, de 73 años y que lleva más de una década prestando ayuda a los que viajan por las vías que atraviesan su ciudad.
Ahora esa cifra a menudo llega a miles.
“Cuando eran 50 o 60, se nos hacían muchos. Era masivo. Ya es normal… ha crecido mucho, mucho, mucho”, comenta Ponce.
Y los migrantes llegan de muchos lugares. Ponce señaló que los migrantes venezolanos que huyen de la crisis económica en su país son la abrumadora mayoría, pero ha visto gente de todo el mundo, incluidas naciones africanas, Rusia y Ucrania.
La mayoría pasa por la selva del Darién, un viaje de varios días a través de la accidentada frontera entre Colombia y Panamá. Antes el cruce estaba considerado como demasiado peligroso y pocos lo intentaban, pero ahora hay tantos migrantes que atraviesan las densas junglas que se ha convertido en una importante ruta migratoria, de forma similar a los trenes que recorren México.
Los cruces de la región del Darién han crecido tanto que podrían rondar las 500 mil personas sólo este año.
Villegas, cuya familia pasó tres días en Irapuato esperando al tren, estaba entre los muchos que vieron el Darién como una oportunidad. La familia estaba entre las 7.7 millones de personas que han dejado Venezuela en los últimos años, y pasó tres años en la vecina Colombia.
La familia pudo abrir una pequeña barbería a las afueras de la capital colombiana, pero la creciente xenofobia y la escasa paga hacía difícil mantener a la familia de ocho miembros.
Este verano, cuando una pandilla les amenazó por no pagar dinero de extorsión, Villegas y su pareja, Yorder Liendo, de 32 años, decidieron que era hora de irse a Estados Unidos. Para ellos, los riesgos merecen la pena si permiten un cambio para sus hijos, que tomaban yogur de botellas de plástico y se acurrucaban juntos en el suelo.
“Es el país de las mil oportunidades y pues por lo menos mis hijos todavía están pequeños y pueden seguir estudiando y pues uno puede tener una mejor calidad de vida”, dijo Liendo.
Pero Ferromex no es la única que se ha visto abrumada por el aluvión de personas. Los gobiernos de la región también tienen problemas.
Colombia, que ha recibido a la mayor parte del éxodo de Venezuela, lleva tiempo pidiendo ayuda a la comunidad internacional. Panamá y Costa Rica, por su parte, han aumentado sus restricciones a la migración y reclamado que se haga algo sobre los cientos de miles de personas que pasan por el Darién.
Panamá incluso lanzó una campaña llamada “Darién es una jungla, no una carretera”.
Entre tanto, el Gobierno de Estados Unidos ha presionado a México y a países centroamericanos para que controlen los flujos migratorios y ahora exige que los solicitantes de asilo se registren a través de una aplicación llamada CBP One.
El Gobierno de Joe Biden anunció el jueves que concedería estatus temporal protegido a casi medio millón de venezolanos que ya están en el país.
Entre tanto, activistas como Ponce dicen esperar que la migración en las líneas ferroviarias aumente.
El sábado por la mañana, migrantes cansados subieron al tren y estallaron en vítores cuando el ferrocarril aceleró en su serpenteante ruta hacia al norte.
Crédito: SINEMBARGO